RESUMEN
Biografía de León Denis - La Voz del Desierto Cap. No 3 - Estudios Astrales Espirituales Ante Dios, ¿A cuál Estudio debo de asistir - ¿Cuál es la enseñanza verdadera? - Causas anteriores de las aflicciones - Amad a vuestros enemigos - Diferentes estados del alma en la erraticidad - Diferentes categorías de mundo habitados- Destino de la Tierra, causas de la miseria humana - Mundos superiores y mundos inferiores - Mundo de expiación y prueba - Mundos regeneradores - Progresión de los mundos - Nota del editor.
Biografía de León Dennis
La Pluma de Oro,
El Apóstol del Espiritismo
-Enero 1 de 1846 - abril 12 de 1927-
En el nordeste de Francia, situada junto a la frontera con Alemania, se encuentra una antigua provincia que lleva por nombre La Lorena. Es ésta, una zona de mesetas que sufre inviernos fríos y veranos tórridos, fue testigo de una dilatada historia de ducados, reinos, luchas, disputas, conquistas y usurpaciones.
En este escenario, Juana de Arco comenzó a oír las voces que la inspiraron a combatir contra las fuerzas invasoras. Lucha que finalmente la condujo a la hoguera, y más tarde a los altares. Lugares cargados de la historia de la antigua Galia... La zona surcada por el río Mosela y sus afluentes, disfruta de bosques y bellos paisajes, lo que motivó a alguien a llamar a esta región "la sonrisa de La Lorena". Hacia el oeste, y cercana a la conocida ciudad de Nancy, se encuentra Toul, población ubicada a orillas del río, que cuenta con una pequeña localidad de nombre Foug.
En los albores del siglo 19, Francisco Louvil, se trasladó con su familia para instalarse en ese lugar. Con su esposa y sus dos hijas, dejó atrás una vida campesina, buscando mejor suerte como oficial especializado en cielo-rasos.
En la ciudad, las niñas Ana Lucía y Emelia, pudieron recibir una educación más esmerada y la familia comenzó a prosperar.
En Foug, vivía la familia Denis. Francisco, su esposa y dos hijos llamados José y Luis, quienes trabajaban con su padre como maestros de obras. Ambas familias trabaron conocimiento y amistad; el joven José se enamoró de Ana Lucía, la menor de las muchachas, y se casaron el 3 de abril de 1.845.
Era un momento difícil para comenzar una familia, la situación económica era crítica y la construcción estaba muy deprimida. José era decidido y valeroso, pero no demostraba mucha perseverancia en el trabajo, y sus modales toscos y rudos no despertaban confianza.
Intentó sin éxito buscar clientela fuera de la ciudad, mientras Ana Lucía, joven, de carácter dulce, reservado y tranquilo, se dedicó a su hogar. A los 9 meses de celebrada la boda, y el 1 de enero de 1.846, la pareja recibió con gran felicidad el nacimiento de un niño, al que le pusieron por nombre León.
Desde entonces, la madre se dedicó a él, y su hijo recordaría toda la vida la abnegación, ternura, vigilancia y educación, que recibió de ella.
La primera infancia de León Denis transcurrió en una vivienda modesta con un entorno silvestre. Muy cerca había un pequeño arroyo que desaguaba en un estanque donde frecuentemente concurrían bandadas de patos, y la diversión del niño era escaparse de la vigilancia materna para disfrutar chapoteando con las aves. Pero su gran felicidad era recibir la visita de su abuelo Francisco, exsoldado de Napoleón, ir con él a pasear a los bosques y oír sus historias fascinantes. Esta vida al aire libre era probablemente su única alegría ya que la pobreza de la familia no permitía mucho más.
La empresa de José Denis no marchaba bien y fue necesario cerrarla. Consiguió entonces un trabajo en la cercana ciudad de Estrasburgo, donde ingresó como empleado en la Casa de la Moneda. Momentáneamente habían obtenido un medio de vida, pero la situación continuaba difícil y no perdían la esperanza de encontrar una mejor oportunidad.
León Denis tenía ya 9 años y sólo había recibido la educación impartida por su madre. Leía y contaba, pero Ana Lucía estaba muy preocupada porque no era posible su asistencia a una escuela formal. En Estrasburgo encontró a un maestro, el Sr. Haas, pero León Denis disfrutó esta enseñanza por muy poco tiempo porque su padre fue trasladado a la Casa de la Moneda de Burdeos. La situación económica era crítica. José trabajaba desoxidando y limpiando el metal, y recibía la paga de pendiendo de la cantidad procesada; por esta causa, León Denis se encontró obligado a abandonar sus estudios para ayu- dar a su padre en ese trabajo inapropiado para un niño.
En 1.857, la Casa de la Moneda terminó la refundición de las piezas de me- tal, y José se quedó sin esa ocupación; pero consiguió ser admitido como empleado vendedor de boletos en la empresa de ferrocarriles, en la misma estación de Burdeos. Al poco tiempo lo trasladaron a la estación de Morcenx, y mejoraron sus condiciones de vida, pues tenían una casa mejor, en un lugar muy solitario sólo perturbado por el paso de los trenes, donde León Denis pudo seguir estudiando, y su madre se sintió más tranquila.
Encontró un maestro identificado con las teorías de Rousseau, que intentaba llevarlas a la práctica. Le enseñaba afectuosamente durante largos paseos al aire libre, poniéndolo en contacto con la Naturaleza y mostrándole en forma directa todas las cosas. Esto duró poco tiempo porque el padre de León Denis fue trasladado nuevamente, esta vez a la estación de Moux, y fue necesaria otra adaptación.
El trabajo de José era mucho más intenso debido a la mayor importancia de esa línea, pero él no tenía la suficiente entereza y no cumplía sus tareas con eficiencia. León Denis lo apoyó, y en más de una ocasión lo suplantó para evitar su destitución; pero José no toleraba su situación y renunció en 1.862. Afortunadamente obtuvo un puesto de capataz de obras en la construcción de una nueva línea de ferrocarril, y la familia Denis se radicó definitivamente en Tours. Pero de todas formas su salario no era suficiente y León Denis, un adolescente de 16 años, tuvo que emplearse en una fábrica de loza para ayudar en el ingreso familiar con la única opción de asistir a algunas clases nocturnas.
Desde hacía algún tiempo había mostrado una gran afición a la geografía. Le apasionaba la idea de recorrer países lejanos, conocer sus pueblos y sus costumbres, pero como no podía adquirir libros, atlas y otros materiales, se había adiestrado en la copia de mapas y planos, llegando a dibujarlos con gran precisión y perfección; trabajo de cartografía que le fue útil para aumentar en algo los ingresos de la familia.
Con gran esfuerzo adquirió los conocimientos necesarios para obtener un empleo en tareas de oficina en una empresa de cueros. Poco a poco se encontró con la responsabilidad de mantener a sus padres ya que la pensión mínima de los ferrocarriles y los trabajos irregulares de su progenitor no eran suficientes.
Su inteligencia, sus méritos, su responsabilidad y su dedicación, le permitieron desempeñar labores cada vez más importantes, mientras estudiaba durante las noches, quitándole horas al reposo.
Se interesaba por todo, pero la geografía, la historia y las ciencias naturales lo fascinaban. Se convirtió en insaciable autodidacta y su inquietud por saber, lo llevaba a hacerse miles de preguntas mientras buscaba incansablemente las respuestas sobre la vida, la muerte y el universo.
Era un hábito para él recorrer librerías, y un día encontró un libro que suscitó su curiosidad: "El Libro de los Espíritus", de Allan Kardec; lo compró y lo leyó con interés. Más tarde diría que sintió que se despejaban sus dudas.
Su convicción fue inmediata, y comprendió que había encontrado la solución clara y lógica para explicar el sentido del universo. Tenía entonces 18 años, y era una preocupación para su madre lo que ella consideraba una rebeldía de su hijo. Por eso vigilaba sus lecturas tratando de que no se apartara de las ideas aceptadas como ortodoxas en esa época. León Denis leyó ese libro a escondidas, pero pronto advirtió que su madre también lo hacía cuando él estaba ausente.
En el año 1.864, estaban de moda en Francia las llamadas "mesas parlantes" que habían comenzado con los fenómenos que se propagaron por Estados Unidos, diez años antes, llegando incluso a inquietar a las autoridades, quienes encargaron a un grupo de notables, una exhaustiva investigación.
Las veladas familiares o de amigos acostumbraban finalizar con reuniones alrededor de una mesa para obtener esos fenómenos. En Tours, una de las primeras ciudades donde comenzaron estas prácticas, se habían formado grupos en los que participaban personas llamadas médiums, quienes tenían sensibilidad para recibir mensajes inteligentes, y lo hacían sin mayores conocimientos ni preparación.
Algunos grupos como el dirigido por el Sr. Chauvet, hacía ya tiempo que actuaban, y habían logrado experiencia en los trabajos. León Denis hubiera querido participar pero su juventud y el poco tiempo que le dejaban sus ocupaciones no se lo permitieron. Decidió entonces experimentar por su cuenta, y lo hizo acompañado de algunos jóvenes amigos buscando una confirmación de la doctrina espírita, pero sus resultados no fueron satisfactorios, y más tarde se da- ría cuenta de los peligros a los que se habían expuesto.
En 1.867 ocurrió algo importante para León Denis. Allan Kardec visitó Tours, invitado por unos amigos para que dictara una conferencia sobre la obsesión. Se alquiló una sala para un público de 300 personas, pero a último momento, la Prefectura no dio la autorización, y León Denis que había llegado temprano al lugar, fue encomendado para que informara a los asistentes y les indicara la dirección del lugar donde se realizaría la reunión. Luego, asistió él también, y quedó sensiblemente impresionado por la personalidad y la elocuencia de Allan Kardec.
Al día siguiente volvió al lugar, lo encontró acompañado de su esposa Amelie recogiendo cerezas y recordaría siempre el afecto y la calidez con que lo recibió. En los años siguientes, León Denis tuvo dos oportunidades de encontrar nuevamente al maestro cuando concurrió a Tours a dictar conferencias.
Después de esa visita memorable para León Denis, se creó un grupo mediúmnico en una casa de la calle El Cisne, y él fue el secretario, aunque los resultados tampoco fueron exitosos.
Estas actividades quedaron interrumpidas por la conmoción de la guerra provocada por la invasión alemana de 1.870. León Denis se alistó en el ejército, lo nombraron sargento, y rápidamente llegó a subteniente, demostrando gran habilidad. Mientras tanto, no abandonaba sus estudios y lecturas; hizo muchas amistades entre las que había algunos jóvenes que demostraban sensibilidad psíquica y mediúmnica, con los que tuvo algunas experiencias
Firmadas las negociaciones de paz, León Denis se reintegró a su trabajo en la empresa de cueros, e ingresó a la Logia Masónica de los Demófilos,¹ donde se destacó presentando conferencias sobre temas que interesaban mucho en aquellos días, sobre todo con relación a la Libertad y el Patriotismo.
1 Nota del Editor -Héctor Fabio Cardona.
La palabra "demófilo" está formada con raíces griegas y significa "El que tiene cariño hacia el pueblo". Sus componentes léxicos son: demos (pueblo) y philein (amar), más el sufijo - o (agente, el que hace la acción).
Al mismo tiempo continuó la actividad con el grupo mediúmnico que sesionaba en la casa del Dr. Aguzoly, quien actuaba como médium vidente. El mundo espiritual mientras tanto, hacía su trabajo. Poco a poco León Denis desarrollaba la Mediumnidad escribiente y comenzaba a tener manifestaciones de videncia. Llegaron a su conciencia conocimientos de vidas pasadas en tiempos antiguos y medievales como jefe de una tribu franca, como hijo de un vikingo célebre como guerrero... Y encontró concordancia con algunos recuerdos del Dr. Aguzoly, descubriendo así, que se habían conocido en expe-
riencias anteriores.
En estas sesiones se expresaron entidades espirituales que se convirtieron en sus guías: "Sorella" deseaba apoyarlo en sus estudios y "Durand" le brindó sus consejos morales. Más tarde en el transcurso de los trabajos se manifestó Jerónimo de Praga, apóstol checo quemado por el Concilio de Constanza en 1416, quien se convertiría en su guía espiritual, acompañándolo durante 50 años.
Estas sesiones siguieron semanalmente hasta 1877, y durante esa época obtuvo una gran satisfacción espiritual.
Estudió, se preparó, y con gran dedicación adquirió destreza en la oratoria, logrando un estilo suave, sencillo y atractivo, mientras hacía también nuevas presentaciones en la Logia de los Demófilos con los temas "Materialismo" "Evolucionismo" "Dios" "Alma” y "Vida".
En 1.876, la empresa en la que trabajaba le encargó actividades comerciales fuera de la ciudad, y viajó por Francia, Córcega, Italia, Suiza, Argelia y Túnez, cumpliéndose sus sueños de la época en que dibujaba mapas y viajaba con la imaginación. Le envió a sus padres car- tas emocionadas describiendo todo lo que veía, paisajes y seres con diferentes culturas y costumbres.
En 1.878 se luchaba en Francia por la enseñanza obligatoria gratuita y laica; con este objetivo se creó el Círculo de la Liga de la Enseñanza, y León Denis fue designado como secretario. Sus discursos fueron ampliamente elogiados por la prensa y su elocuencia logró muchos seguidores, al mismo tiempo que era conocido en toda Francia.
Comenzó sus primeras publicaciones en 1.880 relatando sus recuerdos de viajes en cuentos y novelas cortas que lograron importante aceptación.
A los 35 años no tenía una buena salud, sufría decaimiento, anemia y malestares gastrointestinales que no le permitían trabajar con la intensidad que él deseaba.
En los últimos meses había tenido planes de matrimonio, pero confesaría más tarde que su mala salud, la carga que representaban sus padres, y el convencimiento de que la obra que se había propuesto le impediría una vida familiar responsable, lo hizo desistir.
Inició su labor de divulgador espírita en 1.882 y participó activamente en las diligencias para registrar la Sociedad de Estudios Espíritas con la aprobación de Amelie Boudet, viuda de Allan Kardec, ya muy anciana. Durante 10 años se había preparado como orador y escritor; y como acostumbraba escribir todos sus discursos, algunos de ellos aparecieron en la Revista Espírita con los títulos: "Giovanna", "El Progreso", "El Porqué de la Vida", y "El médico de Catania".
En 1.889, las principales escuelas de la época: kardecistas, rosacruces, teósofos, cabalistas y swedenborgianos, se reunieron en el Primer Congreso Espiritualista Internacional. León Denis pronunció en esa ocasión un discurso, exponiendo y defendiendo los principios de la tesis kardeciana que fue recibido con gran atención y despertaron el aplauso entusiasta de los presentes.
Desde entonces se multiplicaron las giras dictando conferencias espíritas con algunos temas que llegaron a ser famosos durante 20 años de labor muy intensa.
Presidió el Segundo Congreso Espiritista Internacional realizado en París en 1.889, y durante el Décimo Congreso Espiritista Internacional celebrado en Lieja en 1.923, ya era llamado Apóstol del Espiritismo.
Escribió 5 libros con una extraordinaria profundidad filosófica y una admirable prosa poética. El primero de ellos, "Después de la muerte" con el subtítulo "Exposición de la Filosofía de los Espíritus, sus bases científicas y experimentales, y sus consecuencias morales" apareció al final de 1890 recibiendo críticas muy elogiosas. En él hizo un recuento histórico de las interpretaciones y conceptos que cada cultura, religión o filosofía ha tenido con relación al misterio más insondable en la vida humana: la muerte; para luego exponer en forma clara y hermosa la interpretación racional y científica que el Espiritismo brinda.
En el diario "Journal", el cronista parisiense Alexandre Hepp, escribió con motivo de su primera edición: "Hay un hombre que ha escrito el libro más hermoso, el más noble, el más precioso que yo jamás haya leído. Se llama León Denis, y su obra "Después de la muerte". Leedlo y experimentaréis bruscamente una gran lástima, pero libertadora y fecunda por todas nuestras manifestaciones de duelo, por nuestro temor a la muerte, y por el dolor que nos inspiran aquellos que creemos haber perdido para siempre".
En 1.898 se publicó su libro "Cristianismo y Espiritismo", donde reconstruyó los hechos de la historia cristiana, la doctrina desde su origen y los cambios a través de los siglos, con el agregado de elementos dogmáticos y significados ocultos. Examinó las narraciones de los Evangelios encontrando en ellas las verdaderas creencias del pueblo judío, así como también el germen de las nociones espíritas que más tarde serían dadas a conocer por el mundo espiritual y codificadas por Allan Kardec. Las controversias fueron intensas y el rechazo de católicos y protestantes, implacable.
Su tercer libro llevó por título "En lo invisible" y apareció en 1903, el mismo año en que desencarnaba su madre; pérdida que le causó mucho dolor.
Esta obra tiene un gran valor porque es el resultado de su experiencia de muchos años en el trabajo mediúmnico. Allí compendió los conocimientos teóricos sobre el fenómeno psíquico y la Mediumnidad, explicó las condiciones adecuadas y necesarias para el ejercicio práctico, y enfatizó el valor ético imprescindible que debe guiarlo.
Su invitación a trabajar para lograr el progreso espiritual queda sintetizado así:
"Debe todo adepto saber, que la regla por excelencia de las relaciones con lo invisible, es la ley de las afinidades y atracciones. En este campo, el que busca lo inferior le encuentra y se rebaja con él. En cambio, quien aspira a los espíritus elevados, a la corta o a la larga, les alcanza y los torna en un nuevo medio de ascensión para él. Si queréis manifestaciones elevadas esforzaos por elevaros vosotros mismos.
En cuanto tiene de hermoso y grande la experimentación, la comunión con el mundo superior, no la consigue el más sabio sino el más digno, el mejor, aquel que posee mayor suma de paciencia, conciencia y moralidad".
Después del Congreso Espiritista Internacional efectuado en Lieja en 1905, preparó su nuevo libro "El problema del ser y del destino", para muchos su obra principal y más importante. Planteó ampliamente la oposición entre materialismo y espiritualismo; y puede considerarse con justicia, que representa el resumen de su pensamiento filosófico y ético, con relación al gran enigma de la humanidad; su origen, naturaleza y destino.
Inmediatamente después de la aparición de esta obra, estalló un escándalo con un médium de origen francés apellidado Miller, residente en San Francisco California, ampliamente conocido como poseedor de sensibilidad mediúmnica productora de hermosos fenómenos, pero también de habilidades de ilusionista y prestidigitador con pocos escrúpulos para utilizar estas artes si lo consideraba necesario. Se prestó a sesiones con retribución económica, y naturalmente esto se convirtió en un elemento de descrédito que muchos intentaron atribuirle al Espiritismo. León Denis conocía las facultades del médium, y en un principio lo defendió, pero al conocer su verdadera actitud tuvo el valor de denunciarla como reprobable, a pesar de las consecuencias que pudieran suscitar.
Desde 1.877 se interesó en Juana de Arco, y dictó conferencias sobre ese tema. Más tarde en 1.896, dio a conocer su tesis con relación a la misión de la Doncella de Orleans en cinco importantes trabajos: "Juana de Arco, su vida, proceso y muerte", "Juana de Arco, sus voces", "Juana de Arco y el Espiritualismo Moderno", "Juana de Arco en Turena" y "El papel de la Mediumnidad en la historia".
Con todo este material de investigación y estudio histórico, concibió su obra "La verdad sobre Juana de Arco" que al reeditarse se llamaría "Juana de Arco Médium" basada en los relatos históricos, en los testimonios de los dos procesos, tanto el de condena que la llevó al suplicio, como el de rehabilitación, que intentó ocultar a los responsables; agregándole además las comunicaciones mediúmnicas recibidas por él durante años.
Frente a la posición materialista que la juzgó histérica, y a la católica que la consagró como santa, León Denis presentó su tesis mostrándola como una médium con alto grado de sensibilidad, guiada en su misión por las entidades espirituales. No sorprendieron las controversias y los ataques de ambas posiciones que desaprobaron la versión de León Denis. Incluso se le llegó a dar un cariz político, y un joven periodista de nombre Pablo Nord, emprendió una polémica en un periódico hasta que el autor de la obra la concluyó declarando que no respondería más, "puesto que disponía de mejor uso de su tiempo".
Años más tarde al finalizar la primera guerra mundial, Denis recibió una solicitud de su gran amigo Arthur Conan Doyle, para que lo autorizara a publicar ese libro en inglés. En abril de 1.924 apareció con el título de: "The mystery of Joan of Arc", (El misterio de Juana de Arco) alcanzando también gran difusión.
En 1.910 se realizó el Congreso Espiritista Universal en Bruselas, donde se trató el tema del Magnetismo, y León Denis asistió como delegado por Francia. Desde este momento transcurrieron 17 años hasta su desencarnación, durante los cuales continuó desarrollando su obra con el mismo fervor y la misma dedicación, aunque los temas que lo ocuparon estuvieron dirigidos a otros objetivos.
En 1.911 presentó su libro: "El gran enigma, Dios y el Universo", que según su propia explicación, lo concibió paseando por la playa de la Provenza en una tarde de invierno cuando oyó una voz inspiradora indicándole la conveniencia de escribir todo lo que el ser humano debe saber para orientarse en la vida terrenal, para comprender su utilidad, y la desventaja de utilizarla vanamente, como también la belleza de conseguir el perfeccionamiento basándose en la justicia y el amor.
Comenzó una etapa de divulgación popular editando folletos que estuvieran al alcance económico y cultural de todos. El primero de ellos: "El porqué de la vida" fue seguido por muchos otros, generando la reacción de las autoridades eclesiásticas y desatándose una campaña contra lo que llamaban "la nueva herejía".
Se declaró la guerra mundial en 1.914 cuando León Denis tenía 68 años, estaba cada vez más enfermo, y sufría de una antigua afección ocular que lo indujo a aprender el sistema Braille para ciegos, por el temor de quedar imposibilitado para leer y escribir. Vivía con la Sra, Forget, médium que había trabajado con él durante décadas, quien lo acompañaba y asistía desde la muer- te de su madre. Contaba con la ayuda de una secretaria, la abnegada y servicial Srta Claire Beaumard, convertida con el tiempo, en uno de sus biógrafos con su libro: "León Denis. Intime"
La época de la guerra lo apesadumbró enormemente, y escribió muchos artículos sobre ese tema, publicados en la Revista Espírita adquirida e impulsada entonces por Jean Meyer, después de una interrupción de un año en las ediciones.
En 1.919 apareció una recopilación de esas publicaciones con el nombre de: "El mundo invisible y la guerra" donde reflejó su concepto de nacionalismo y patriotismo, mejoramiento del ser y de los pueblos. Mostró su apego a la justicia, a la verdad y a la libertad, afirmando que estos valores no tienen latitudes y son universales.
Humberto Mariotti, destacado espírita argentino, en el prólogo de esa obra en la edición de 1.972, expresa que, "La obra de Denis al estar basada en la verdad, deja de ser nacional para convertirse en universal. Le hace ver al hombre que los nacionalismos exclusivistas y egolátricos resultan inadecuados para el bien y el progreso del género humano. Así lo entendió León Denis, y hay que reconocerlo como un pensador universal. Así como Francia luchó por la proclamación universal de los Derechos del Hombre, el gran escritor y pensador, hizo otro tanto por los Nuevos Derechos Espirituales del Hombre".
El año 1.922 lo dedicó a escribir sobre la apreciación artística en su libro "El Espiritismo y el arte", especialmente sobre la música, una de sus grandes aficiones que siempre disfrutó mientras trabajaba, y en la que se interesó durante su investigación mediúmnica, logrando la experiencia de recibir comunicaciones del espíritu conocido en su última encarnación como el gran músico Massenet, donde le habló de la música terrenal y de la armonía en el mundo espiritual, percepciones que León Denis supo plasmar magistralmente, en páginas emocionadas.
En 1.924 escribió "El Espiritismo y las cuestiones sociales" dando una explicación racional del tema, a la luz de la reencarnación, sustentada por la ley de causa y efecto. Su posición en cuanto a las ideas sociales era análoga a la del filósofo francés Yin Jaurés; es decir, la conveniencia de poner en práctica el Derecho y la Justicia de acuerdo al esfuerzo, y la moral de cada uno.
El Undécimo Congreso Espiritista Internacional realizado en París, en 1.925, dedicado a destacar el aspecto científico de la doctrina, contó con la presidencia de León Denis, la secretaría de Gabriel Delanne, y la presencia de Arthur Conan Doyle, su amigo entrañable, y de Yin Meyer, al que llamaron el "mecenas del Espiritismo", reconociendo el gran aporte que hizo para su divulgación. León Denis ya era muy anciano; sin embargo, se mostró muy activo y como siempre, emocionó con su palabra clara y fuerte.
Finalizado el Congreso se dedicó a investigar y escribir sobre el celtismo y la tradición. Este trabajo cristalizó en su último libro: "El genio céltico y el mundo invisible". Es interesante destacar que al final de la obra se encuentran una serie de mensajes de Allan Kardec (espíritu), que le transmitiera antes de la realización del Congreso.
Las últimas palabras de León Denis fueron dirigidas a su secretaria indicándole que enviara ese libro a Meyer para su publicación, y las pronunció el 12 de abril de 1.927 cuando desencarnó como consecuencia de las complicaciones de una neumonía. Fue enterrado en el cementerio La Salle, acompañado por sus amigos. Según la costumbre, durante su modesto sepelio, se leyeron fragmentos de su libro "Después de la muerte" y una comunicación de Jerónimo de Praga, su guía espiritual.
Lo recordamos como un hombre de talla mediana, de contextura fuerte y maciza, el mentón prominente y voluntarioso, la frente labrada, el mostacho gálico de su juventud que se completó con una larga y tupida barba en la ancianidad, y sus ojos vivaces que con el tiempo fueron perdiendo el brillo, y su ceguera parcial le daba el aspecto de una mirada dirigida hacia su interior.
Trabajador incansable pasaba horas en su estudio acompañado de sus gatos; poseedor de una voluntad tenaz para el estudio, se forjó a sí mismo, con una memoria admirable, era racional y organizado, no dejaba nada al azar. Su secretaria lo llamaba "el hombre de los papelitos" por la innumerable cantidad de notas que producía. Sus placeres lo constituían el mar, la música y la naturaleza; sus hábitos eran sencillos y austeros, y estaba siempre alegre y sereno.
Como orador tenía la capacidad de seducir almas, y a eso se dedicó en su vida terrenal. Como escritor nos dejó en herencia el fruto de su talento, la hermosura de su prosa, la claridad de sus conceptos y la honestidad de su ejemplo.
Nada mejor que sus propias palabras pronunciadas durante el Congreso Espiritista Internacional celebrado en Ginebra en 1.913 para completar esta semblanza del Apóstol del Espiritismo.
"Día vendrá, en que descendamos a nuestras tumbas y comparezcamos ante el terrible tribunal de la conciencia desembarazada de las sombras terrenas, y frente a la cual desfilarán la totalidad de nuestros actos, palabras y pensamientos. Entonces, y confío en que incluso antes de ello, entraréis en la gran batalla humana, en la lucha titánica de las ideas, en la importante vía del Espiritismo, y proseguiréis la labor de dar a conocer a los hombres sus destinos. Sabed pues, que vuestro rol será el mayor y más bello que pueda caber en suerte a un hombre en la tierra. Sabed que no hay nada más grande que el ser defensores y servidores de la verdad, y que, para llegar a serlo y merecer serlo, no existe dolor, amargura, ni desgarramiento que no hayáis de afrontar y padecer. Y si sobre vosotros llueven chanzas, sarcasmos y odios, recordad entonces a cuántos en el pasado sufrieron y murieron por el bien, la verdad y la justicia".
«A los nobles y grandes Espíritus que me han revelado el misterio augusto del destino y la ley de progreso en la inmortalidad, cuyas enseñanzas han afirmado en mí el sentimiento de la justicia, el amor, la sabiduría y el culto del deber, conceptos que han disipado mis dudas y han apaciguado mis preocupaciones; a las almas generosas que me han ayudado en la lucha, que me han consolado en la dificultad, que han elevado mi pensamiento hasta las alturas luminosas donde reside la Verdad, dedico estas páginas...» León Denis.
LA VOZ DEL DESIERTO
CAPÍTULO III
Sígueme - Define tu carácter - Materia y espíritu- El orden en todo y para todo - Prudencia y justicia en el hablar - Cuida tu cuerpo físico- vive feliz y adquiere hábitos sanos - Meditación y reflexión- Búsqueda de la verdad - Anhelo de superación.
Esfuérzate por mantenerte firme
en la búsqueda de la Verdad.
Ya te dije amigo mío, que te ayudaría para que encuentres el camino que ha de conducirte a la meta. ¡Sígueme!
Comprende esto que te digo amigo mío define tu carácter para siempre. Una persona sin carácter está sujeta al capricho de los demás seres encarnados y desencarnados. Es un maniquí, un títere, y no un hombre. Pero, ¿Qué entiendes tú por carácter?
Es, no ser caprichoso o terco. El capricho o la terquedad en cualquier grado, es una aberración que conduce al error. El carácter es la luz que lleva a un ideal determinado, definido y claro, que en horas de tribulación conduce al hombre hacia adelante victorioso y alegre, sin aferramientos, pero con firmeza y seguridad.
El carácter se forma de multitud de actos conscientes ejecutados diariamente, que se transforman en hábitos correctos, modelando así la personalidad a fuerza de paciencia, voluntad y acción.
He aquí el Carácter: La resultante de tus acciones conscientes y elevadas, dirigidas unas veces a tu cuerpo y otras a tu espíritu; armada de la razón golpea incesantemente ora en el mundo de la materia, ya en el mundo de los éteres. El equilibrio entre los dos te dará el verdadero carácter; las pasiones y los sentimientos sometidos a tu voluntad.
De lo expuesto amigo mío, se deduce fácilmente que hay necesidad de separar los anhelos de la materia y los verdaderos del espíritu. Tienes una parte animal que debes atender con sumo cuidado. Ese vestido que te oculta el Yo superior, ese tu cuerpo físico, requiere llevar impreso el sello indeleble de tu personalidad, de tu Carácter.
Pero escucha de nuevo con tu oído interno porque a quien hablo es a tu espíritu. Recuerda cuando te dije que te encontrabas en el planeta Tierra pasando por ciertas experiencias. Una de estas -y de las más importantes- es la formación de tu carácter. Es el emblema del triunfo que mostrarás con beneplácito cuando regreses con tu «vestido dorado» a los dominios de tu Espíritu.
Amigo mío, luchando contra circunstancias difíciles y hasta adversas, es como se educa el carácter. Si en esos momentos de lucha careces de carácter, irás al fracaso y te costará caro levan-
tarte.
Debes adquirir la noción del orden en todo y para todo. Observa la Naturaleza y verás que el primer ejemplo que te brinda es el de un orden perfecto. Solamente el hombre sin carácter introduce el desorden donde reina el Orden Universal, abusa del equilibrio mismo de su cuerpo introduciendo el caos, sencillamente por falta de carácter. Contrae enfermedades por causa del desorden, por no tener carácter para imponer su voluntad.
El desordenado es como la pluma sujeta al capricho de los vientos. Revela que no se ha detenido a contemplar, a observar ni a obedecer el ritmo de la Ley Eterna del orden en donde reina Dios. El orden es belleza, es armonía, es luz. Entonces amigo mío, crea a tu alrededor el orden, imprimiéndolo en todas las cosas, desde lo más pequeño hasta lo que consideres de máxima importancia y magnitud. Recógete a ti mismo y repítete: «Soy el orden». Adquiérelo por hábito, pues es de tanta importancia esta cualidad en tu personalidad, que debes considerarlo como la base misma para la construcción sólida del edilicio de tu carácter.
Procura amigo mío en cada momento de actuación, pensar que debes ser honesto, honrado, justo y equitativo. No adules ni maldigas. No reniegues ni repitas palabras sin sentido, tendenciosas o dañinas. Que todo lo que salga de tu boca sea como las notas armoniosas y dulces de un piano perfecto en manos de un artista genial.
No olvides que debes a tu cuerpo físico el aseo diario, el acicalamiento sobrio y decente, el vestir correcto y limpio pero sin ostentación ni lujo, y el alimento moderado y apropiado para su sostenimiento y renovación. El baño cotidiano es algo que reclama la dignidad de tu cuerpo, Templo del Espíritu Divino. No lo envejezcas, no lo envenenes, no lo mates lentamente, no abuses de él en ningún sentido; sé moderado. Ten presente que el instrumento más preciado con que cuenta tu espíritu en el mundo de la materia densa es tu cuerpo físico. Cuanto más saludable, más limpio, más rejuvenecido y más a tono lo mantengas dentro de las Leyes Naturales, tanto mejor responderá.
Es muy importante que des a tu cuerpo físico aire puro, agua abundante entre una y otra comida, y ejercicios moderados y diarios, afirmando siempre tu carácter en cada cosa que ejecutes por pequeña que ella parezca.
Amigo mío, ¿Y qué decir de aquellas facultades superiores que son del gobierno de tu alma?
Un ambiente de armonía, de paz y de recta moral, propicia enormemente el desarrollo normal de tales facultades. Al mismo tiempo, tu alma crece y se fortifica en la luz espiritual y en la verdad, que son la vida en si. Rodéate de buenos amigos y de buenos libros. Forma en ti el hábito de leer a diario, aun cuando sea unos pocos minutos; de escuchar música escogida; de aprender alguna cosa útil en que la mente se recree; de jugar sanamente, de reír, de gozar, de ser feliz y de pensar. Estudia la Naturaleza, medita en sus misterios.
Estúdiala con atención y arráncale el secreto del carácter. Allí está impresa la huella de Dios, de su carácter.
Medita y reflexiónalo todo. No obres al impulso de una sugerencia amiga sin antes meditar y resolver por ti mismo el paso que vas a dar. Ten carácter y no te dejes influenciar por tu entorno cuando tú sabes que no debe ser así. Cada día que pasa deberá ser para ti un motivo más para esforzarte en la búsqueda de la verdad, del conocimiento, haciendo un riguroso estudio de los acontecimientos transcurridos ese día y enfocando aquellos detalles en que fuiste débil u obstinado; en que te faltó carácter para una correcta determinación. Así irás formando tu carácter y no dejarás transcurrir los días sin resultado efectivo.
Amigo mío, ¡Sé alegre! ¡Sé dichoso! ¡Sé feliz en cada día que te muestre un nuevo Sol! Es una nueva oportunidad que debes aprovechar con júbilo para engrandecer tu carácter. Que tu carácter sea tan firme como ese Sol que te alumbra.
Amigo mío, te repito que no tienes sexo para mí, hombre o mujer. ¡Eres espíritu! ¡Eres fuerza constructiva! ¡Enciende dentro de ti el anhelo verdadero de la superación moral, de la formación de tu carácter! Esculpe en tu mundo denso, en tu mundo mental y en tu mundo espiritual, el legítimo sello de tu
carácter, y... ¡Serás libre!
Maestro Viveka...
¿A cuál Estudio debo de asistir?
Mi respuesta es sencilla: Clamemos con verdadero amor al Padre Supremo para que despeje nuestros senderos corporales y espirituales para que, de la mano de nuestro Guía nos conceda llegar a un Estudio dónde nos reciban con un abrazo fraterno, sincero, honesto, donde nos hagan sentir que aquella casa del Padre Supremo es nuestra casa también, dónde se realice constantemente por parte del personal que allí labora, un constante esfuerzo a través de buenas acciones encaminadas a combatir el egoísmo en todos sus aspectos para que el orgullo sea doblegado y la soberbia vaya perdiendo poder sobre las materias, sobre las mentalidades y sobre los espíritus.
Clamemos al Padre para que nos conceda asistir a un Sitial donde no haya ansias de representación ni hegemonía de unos sobre los otros, porque ante nuestro Padre Celestial todos somos iguales; así mismo, donde aquél que dirige corporalmente esté dispuesto en todo momento a escucharnos, a orientarnos y ayudarnos, pues más que su responsabilidad, es su deber el guiar a sus hermanos por el camino recto; don- de el dirigente esté convencido que es un custodio de la Enseñanza más no su dueño, donde todos saciemos la sed de conocimiento y donde todos aprendamos de la misma fuente; donde tengan claro y comprendan que, ni una agremiación ni un director corporal es la Enseñanza sino sus representantes, donde los dirigentes no se perpetúen en sus asignaciones corporales temporales para que ni trafiquen con el poder ni la fe, donde el discípulo estudie la Obra y aprenda del Maestro y no del sentir personal de quien dirige, donde la agremiación y los dirigentes respeten y se rijan con el direccionamiento que a través de los Estatutos dejó plasmado el Autor, donde el Reglamento de la Enseñanza sea la verdadera guía para que no se confunda ni se cambie ni una sola letra de la Obra, cuando el dirigente irrespetuoso pretenda ser más sabio que el sabio, al quitar, al añadir, al modificar lo que fue dictado desde la altura; pero sobre todo, donde todos comprendan que la Obra del Maestro Ismael no se debate sino que se acata, se honra y se respeta; no por fanatismo ni por idolatría, sino porque ha sido enviada por aquella Majestad Divina.
Cuando hallemos un Estudio así, sabremos entonces hermanos míos, que el Padre Supremo ante nuestro clamor nos ha concedido llegar a un Portal esclarecido, a la verdadera Obra del Maestro Ismael, donde la humildad, el respeto y la honestidad permiten las grandezas que sólo la voluntad del Padre Celestial concede a través de sus Mensajeros Espirituales emblanquecidos para orientarnos como corresponde a la Enseñanza de los Estudios Astrales Espirituales Ante Dios.
Entonces no cometamos el error de ayudar ni ser partícipes para modificar total ni parcialmente lo que no ha emanado de nuestras mentalidades ni ha sido escrito por nuestra propia mano; no cometamos el error de dejarnos convencer de testimonios caducos imprecisos, ni de mentalidades confundidas que pretendan cambiar lo que no se debe de cambiar, pues, todo lo que infiltremos y hagamos pasar como parte de la Enseñanza, así como todo error en el que hagamos incurrir a nuestros hermanos por ambición o por nuestras ansias de reconocimiento, seremos directos responsables del tal falta, y más temprano que tarde daremos cuenta al Creador de nuestro mal proceder.
Ciertamente os digo a todos aquellos amadores de las Leyes de Dios y de la Obra que el Padre Supremo ha concedido a través del Maestro Ismael, que si de verdad es nuestro deseo llevar la Enseñanza tal y como la dejó el autor, sólo debemos de regirnos, de guiarnos por los 15 puntos del Reglamento, los Estatutos, y lo plasmado en el Libro Matriz, así como por aquellos 19 artículos aprobados como Estatutos en la Constitución de la agremiación mientras el Maestro Ismael aún movilizaba materia; si nos conservamos dentro de las líneas de estas directrices, estaremos actuando de acuerdo a la Ley de Dios y de acuerdo a la Enseñanza, que no hay que estar modificándola para no confundir a Dios por otra cosa. Por lo tanto, no confundamos nunca los Estatutos de la Enseñanza que son inmodificables, con los estatutos de la agremiación que han sido y seguirán siendo reformados indefinidamente según el sentir personal del dirigente de turno.
El Padre Supremo no concedió su Obra para el terrestre a través del Maestro Ismael para que fuera sometida a consideración de las voluntades ni del capricho de las materias; nunca, lo que ha sido emanado, dictado desde la parte espiritual podrá ser modificado en lo corporal; por lo tanto, todos los que seamos partícipes o aceptemos laborar con dichas modificaciones, nos haremos cómplices de engaño al no seguir la esencia de la Enseñanza, sino el capricho de las materias…
Entendamos bien hermanos de mi espíritu, que “Las Leyes del Padre Supremo y la Obra del Maestro Ismael, no adquieren el carácter de verdad porque humano alguno la certifique, ni pierde su esencia por el hecho de que la desnaturalicemos, la ocultemos, la tergiversemos o la neguemos. La verdad siempre saldrá a relucir, porque siempre habrá corazones dispuestos a acatarla con amor, a honrarla, a respetarla y a defenderla…”
Es muy común ver a estudiantes de esta Enseñanza, como comparten con agra- do y entusiasmo, como imponen costumbres y labores de otras enseñanzas a la Obra del Maestro Ismael, mientras la Enseñanza la tergiversan y la tiene en el olvido. Pero quiero recordar que cada Enseñanza que el Padre Supremo envía al terrestre para el bien de la humanidad, es única; por lo tanto, hay que tener respeto por aquellos Maestros para no confundir ni desvirtuar sus Obras.
Como ya dije, cada Enseñanza es única, y por ello constituye falta de respeto el llevar de aquí y colocar allá, o el traer de allá para implantar acá; además demuestra inconstancia, ignorancia,
falta de amor y firmeza en el estudiate.
Si tanto os gusta, si tanto os atrae otras obras, sé honestos con vosotros mismos y dedicaos a esclarecer aquellas enseñanzas; pero os digo, no es correcto lo que hacéis porque faltáis el respeto a aquellos Maestros, y de paso a la Obra Estudios Astrales Espirituales Ante Dios, por simple curiosidad
Debéis de definiros para ser verdaderos estudiantes sea de la obra que sea, esto no os convierte en sectarios; por el contrario, os hace firmes en vuestros senderos al tener claridad del camino elegido, y os hace grandes por el respeto que mostráis hacia otras enseñanzas, porque no penséis hermanos de mi espíritu que, más sabe el que más conocimiento acumula, sino el que honra, respeta y aprovecha el que posee…
“Todas las semillas sembradas tendrán que producir porque los Estudios tienen que seguir; que no queden en tierras estériles o mal cultivadas, porque esta Obra no puede ser pisoteada, pues de mí han sembrado una espina, y han hallado una caricia.” dijo el Maestro Ismael Garzón Triana...
«No está en ningún lugar, quién está en todas partes» dijo Séneca.
-Héctor Fabio Cardona-
¿Cuál es la Enseñanza Verdadera?
Tengo para deciros que, “Verdadera es la Ley de nuestro Padre cuando se cumple y se hace cumplir con Amor, con Indulgencia y con Caridad porque el Universo entero es bañado y reconocido por la Luz Radiante del Padre Supremo”, pero al no cumplirse con rectitud, con honestidad, se corre el riesgo de caer en el fanatismo y en el mal hábito de pasar la vida entregando buenos consejos sobre lo aprendido, pero dando malos ejemplos a través de acciones contrarias a la enseñanza que se pretende representar.
Hermanos míos; mal haría al indicaros como verdaderas y superiores a algunas enseñanzas, y desmeritar al censurar y tildar de impostoras a otras, porque estaría faltando a el respeto a mis hermanos que luchan por conservarse en el sendero espiritual que les correspondió o que eligieron transitar. Cierto es; que, por sus esfuerzos unos van más adelante, otros van hombro a hombro, y algunos vamos más atrás, con mayor o menor conocimiento unos de otros, pero os digo que, aunque la lucha es individual, la meta es la mis- ma. Luchar para adquirir la luz para nuestros espíritus.
«Cualquier sentencia es injusta, si antes no se ha escuchado la otra parte» Dijo el Maestro Jorge Eliécer Gaitán.
Cuando se juzga a un hermano por su credo, raza, condición social o religión, se falta a la Caridad que debemos tener como hermanos, hijos en Espíritu de un mismo Padre Creador de todo cuanto existe, máxime cuando quien juzga es estudiante, siervo conocedor y defensor de las Leyes Espirituales. Se falta también a el respeto de hermano a hermano, al ignorar y al agraviar a quienes no comulgan con secta o enseñanza alguna, o a quienes piensan diferente.
Os pregunto ¿Quién puede asegurar que no ha sido, o que no ha actuado en su pasado remoto como lo que hoy juzga y señala?
Ningún espíritu encarnado en este plano de expiación, de sufrimiento, de prueba y de dolor es perfecto ni ha alcanzado la superioridad, pues el sólo hecho de venir a movilizar materia en este mundo, indica imperfección en el espíritu encarnado; salvo aquellos espíritus misioneros que vienen a traer enseñanzas, conocimiento y luz para la humanidad a través de las Leyes que envía nuestro Padre Celestial a este plano; pudiendo evidenciarse en éstos hermanos emblanquecidos su rectitud, su elevada condición moral y su mansedumbre hacia todos quienes los rodean, de que son espíritus misioneros, espíritus encarnados; no como consecuencia por falta alguna de su parte, sino por la tarea asignada a desempeñar para el bien de la humanidad, porque ningún espíritu es estático. Los demás; somos insignificantes estudiantes de esas enseñanzas con el an- helo de hacer propias por medio de nuestras acciones, de nuestros buenos ejemplos, aquellos conocimientos que, en muchas ocasiones son esbozados con prodigalidad a través de los labios del encarnado, pero que en la mayoría de las veces no alcanza a salir de nuestro corazón.
Hermanos, donde no hay respeto hacia los semejantes, donde no hay Amor, Humildad, Comprensión, Tolerancia, Benevolencia con las faltas de nuestros hermanos, y Caridad ante sus necesidades espirituales y corporales; tened en cuenta que no puede haber principio de Verdad espiritual, porque esa verdad ha sido desvirtuada por la falta de Piedad.
Aprendamos a discernir mediante la observación, pero sin constituirnos en jueces de nadie, y confirmaremos por nuestros propios medios, lo que dijo aquél Gran Maestro de Maestros, el humilde Jesús del Galilea, «Conoceréis a el árbol por sus frutos»
«Ninguna secta es mala; los malos somos quienes no la sabemos llevar…» Dijo el Maestro Ismael Garzón Triana.
Tengamos siempre presente hermanos de mi espíritu; que ningún Mensajero del Padre Supremo, ningún Ángel, Arcángel, Guía Espiritual o Maestro, está sometido al capricho o la voluntad de los mezquinos intereses del humano, y no conceden oro ni riquezas, fama ni reconocimiento; como tampoco acuden a nuestro llamado para banalidades, ni para cumplirnos deseos cual vulgares genios, ni para desvelarnos el futuro, ni para ayudarnos a doblegar las voluntades de nuestros hermanos.
Éstos Mensajeros son espíritus esclarecidos, espíritus evolucionados que, como siervos de aquella Majestad Divina, asisten con amor a la humanidad, a todo aquél que clama ayuda, que lucha y se esfuerza para vencer su inclinación al mal, con el deseo de progresar espiritualmente y poder regresar a la diestra
del Padre Supremo.
«Todo es por merecimiento»; comprended bien mis palabras…»
Cuando un hermano de ésta enseñanza, o de cualquier otra que mi Padre ha concedido para el bien de la humanidad, tergiversa los mandatos, clama el mal por envidia o venganza, y se convierte en talanquera y piedra de tropiezo para sus hermanos; que no se mire aquél proceder desacertado como parte de esta u otra enseñanza emblanquecida, porque ese hermano es asistido sí, pero por las fuerzas contrarias de similar condición moral a la de su espíritu.
Os digo; un actuar así, no es la esencia de la Enseñanza que legó a la humanidad el Maestro Ismael Garzón Triana en Los Estudios Astrales Espirituales Ante Dios; Son Leyes esclarecidas pero mal interpretadas por quienes ambicionan la maldad, y por quienes el capricho de su materia les conduce a rehusar el sendero del conocimiento y de la verdad.
Mal se procede cuando se conoce parte de una verdad, pero se insiste a través de la mala intención, expandir esa verdad a medias.
Esta Enseñanza es amor, comprensión, luz, conocimiento, verdad, reconcilio, perdón y reparación; y os digo, no son las enseñanzas espirituales ni filosóficas las que deben de adaptarse a él humano en su precaria e irreflexiva forma de pensar, o pretender que éstas viren según su antojo o según sus intereses particulares; es el humano quien debe ajustarse a esas Leyes y honrarlas con su respeto, con el ejemplo de sus propias acciones para ser confiable, para ser creíble, y así poder tener la oportunidad de llegar al corazón de sus hermanos, y expandir con verdadero amor y sin egoísmo, lo que con amor y sin egoísmo, sin tasa y sin medida, se ha entregado desde la altura.
No juzguemos a nadie para que nadie nos juzgue a nosotros hermanos míos; que nuestra conciencia sea nuestro propio y único juez; seamos firmes en nuestras decisiones y ante la defensa de nuestros nobles ideales; pero a la vez, seamos indulgentes para no confundir nunca la firmeza con el atropello, pero prudentes con todo aquello que admitamos como verdad, como también humildes para no apartar de nosotros por soberbia, el verdadero conocimiento que pueda tocar en determinado momento a nuestras puertas. Seamos reflexivos, mansos de corazón en cada aspecto de nuestras vidas; pues el error está latente a cada paso que se da, como presente está en todo momento la oportunidad de adquirir conocimiento cuando se cultiva un corazón apacible, noble e indulgente.
Os invito a escudriñar, a estudiar las Leyes Espirituales que están impresas también en la conciencia de todo ser humano; podemos hacerlo recogiéndonos en meditación, aislándonos del bullicio; y pronto, poco a poco nos aislaréis también de los vicios que subyugan a el humano, y más temprano que tarde, empezaremos a esclarecer nuestras mentalidades.
Clamemos al Padre Supremo para que nos cubra con su Luz Divina, para que nos conceda la guía, y sean despejados nuestros senderos, así como nuestra mentalidad para que podamos tener buen discernimiento, buen entendimiento, para no someter; pero tampoco dejarnos subyugar de nadie.
Las Leyes de nuestro Padre son humildes y sencillas de razonar, son enviadas con Amor, y transcritas con claridad para que toda cimiente de hombre las pueda discernir y llevarlas a la práctica. Atendamos el llamado de nuestro Corazón, Templo de Dios y Estación de Sabiduría, pues allí reside aquella chispa Divina de mi Padre, que es el espíritu, y quién es el portador del conocimiento adquirido a través de sus cruzadas.
Por lo cual, razonable es decir, que el ser humano aprendería mucho más a través del silencio de sus propios pensamientos y de la concentración para nutrirse con los recuerdos del pasado, que muchos llaman intuición; que con aquello que su ansía y su desmedida avaricia de conocimiento lo lleven a almacenar numerosas obras para adquirir lo que no está aún en posibilidad de asimilar, de investigar; es decir, demasiada luz suele cegar también.
Me refiero a que muchos leemos, estudiamos, citamos de memoria aquellos pasajes bíblicos, párrafos enteros de una obra, de una enseñanza, de una filosofía, desmenuzamos las erudiciones, profundizamos, escudriñamos para desvelar en sí el conocimiento, vamos allí, allá, y más allá, quizá movidos sólo por la fascinación de aquellas palabras insignes con las cuales vienen impregnadas las Verdades, las Leyes; pero ¿Qué es lo que hacemos? nos elevamos en orgullo y nos cubrimos con la capa oscurecida de la soberbia al pretender pasar por sabios, por eruditos en la enseñanza, con el deseo de ser más que nuestros hermanos; sólo por un breve conocimiento adquirido.
Hermanos de mí espíritu; el orgullo y el egoísmo son malos consejeros, envilecen el alma, ciegan y oscurecen la mente; mientras que la humildad y la Caridad la despejan, haciéndonos buenos receptores del conocimiento, para que el humano pueda conducirse por la senda de la Verdad mediante las Leyes Espirituales, como también de toda enseñanza o filosofía que se deseé seguir.
-Héctor Fabio Cardona-
CAUSAS ANTERIORES
DE LAS AFLICCIONES
Si bien hay males cuya primera causa es el hombre en esta vida, hay otros a los que es extraño enteramente, al menos en apariencia, y que parecen herirle como por una fatalidad. Tal es, por ejemplo, la pérdida de los seres queridos y de los que son el sostén de la familia; tales son también los accidentes que ninguna previsión puede evitar, los reveses de la fortuna que burlan todas las medidas de la prudencia, las plagas naturales, las dolencias de nacimiento, particularmente aquellas que quitan al desgraciado los medios de ganarse la vida con su trabajo, las deformidades, el idiotismo, la imbecilidad, etc.
Los que nacen en semejantes condiciones, seguramente no han hecho nada en esta vida para merecer una suerte tan triste sin compensación y que no podían evitar; que están en la imposibilidad de cambiarla por sí mismos y que les deja a merced de la conmiseración pública.
¿Por qué pues, tantos seres desgraciados, mientras que a su lado, bajo un mismo techo en la misma familia, hay otros favorecidos en todos conceptos? ¿Qué diremos en fin, de esos niños que mueren en edad temprana y no conocieron de la vida más que los sufrimientos?
Problemas que ninguna filosofía ha podido aún resolver, anomalías que ninguna religión ha podido justificar y que serían la negación de la Bondad, de la Justicia y de la Providencia de Dios, en la hipótesis de que el alma es creada al mismo tiempo que el cuerpo, y que su suerte está irrevocablemente fijada después de una estancia de algunos instantes en la tierra.
¿Qué han hecho esas almas que acaban de salir de las manos del Creador para sufrir tantas miserias en este mundo, y para merecer en el porvenir una recompensa o un castigo cualquiera, cuando no han podido hacer ni bien ni mal?
Sin embargo, en virtud del axioma de que «todo efecto tiene una causa», esas miserias son efectos que deben tener una causa; y desde el momento en que admitimos un Dios Justo, esa causa debe ser justa, luego, precediendo siempre la causa al efecto, y puesto que aquélla no está en la vida actual, debe ser anterior a esta vida; es decir, pertenecer a una existencia precedente. Por otra parte, no pudiendo Dios castigar por el bien que se ha hecho ni por el mal que no se ha hecho, si somos castigados, es que hemos hecho mal; si no lo hemos hecho en esta vida lo habremos hecho en otra. Esta es una alternativa de la que es imposible evadirse y en la que la lógica dice de qué parte está la Justicia de Dios.
El hombre pues, no es castigado siempre o completamente castigado en su existencia presente; pero nunca se evade a las consecuencias de sus faltas.
La prosperidad del malo sólo es momentánea, y si no expía hoy, expiará mañana, mientras que el que sufre, sufre por expiación de su pasado. La desgracia que en un principio parece inmerecida, tiene su razón de ser, y el que sufre puede decir siempre: «Perdonadme Señor, porque he pecado».
Los sufrimientos por causas anteriores, son a menudo como los de las faltas actuales, consecuencia natural de la falta cometida; es decir, que por una justicia distributiva rigurosa, el hombre sufre lo que ha hecho sufrir a los otros; si ha sido duro e inhumano, podrá a su vez ser tratado con dureza y con inhumanidad; si ha sido orgulloso, podrá nacer en una condición humillante; si ha sido avaro y egoísta y ha hecho mal uso de su fortuna, podrá carecer de lo necesario; si ha sido mal hijo, los suyos le harán sufrir.
Así es como se explican, por la pluralidad de existencias y por el destino de la tierra como mundo expiatorio, las anomalías que presenta la repartición de la felicidad y la desgracia entre los bue- nos y malos en la tierra; esta anomalía sólo existe en apariencia porque se toma su punto de vista desde la vida presente; pero si uno se eleva con el pensamiento de modo que pueda abrazar una serie de existencias, verá que, a cada uno se le ha dado la parte que merece sin perjuicio de la que se le señala en el mundo de los espíritus, y que la justicia de Dios jamás se interrumpe.
El hombre nunca debe perder de vista que se halla en un mundo inferior, donde sólo permanece por sus imperfecciones. A cada vicisitud debe decirse que, si perteneciera a un mundo más adelantado, no le sucedería esto, y que de él depende el no volver aquí trabajando para su mejoramiento.
Las tribulaciones de la vida pueden ser impuestas a espíritus endurecidos o demasiado ignorantes para hacer una elección con conocimiento de causa; pero son elegidas libremente y aceptadas por los espíritus arrepentidos que quieren reparar el mal que han hecho y acostumbrarse a obrar mejor. Lo mismo sucede con el que habiendo cumplido mal su tarea, pide que se le deje empezar de nuevo para no perder el beneficio de su trabajo. Estas tribulaciones son pues, a la vez, expiaciones por el pasado que castigan, y prueban para el porvenir que preparan.
Demos gracias a Dios porque en su bondad concede al hombre la facultad de la reparación y no le condena irrevocablemente por una primera falta.
Tampoco debe creerse que todo sufrimiento en la tierra sea necesariamente indicio de una falta determinada; a menudo son simples pruebas elegidas por el espíritu para acabar su purificación y activar su adelantamiento. Así es que la expiación sirve siempre de prueba, pero la prueba no es siempre una expiación; pruebas o expiaciones son siempre señales de una inferioridad relativa, porque el que es perfecto no tiene necesidad de ser probado. Un espíritu puede pues, haber adquirido cier- to grado de elevación, pero queriendo aún adelantar más, solicita una misión, una tarea que cumplir, por lo que será tanto más recompensado si sale victorioso, cuanto más penosa haya sido la
lucha.
Tales son, especialmente esas personas de instintos naturalmente buenos, de alma elevada, de nobles sentimientos innatos, que parece que nada trajeron de malo de su existencia precedente, y que sufren con una resignación muy cristiana los más grandes dolores, pidiendo a Dios sobrellevarlos sin murmurar. Por el contrario, se pueden considerar como expiaciones las aflicciones que excitan la murmuración y conducen al hombre a rebelarse contra Dios.
El sufrimiento que no excita murmuraciones, sin duda puede ser una expiación; pero más bien indica que ha sido escogido voluntariamente y no impuesto, y la prueba de una fuerte resolución es señal de progreso.
Los espíritus no pueden aspirar a la perfecta felicidad, sino cuando son puros; toda mancha les cierra la entrada de los mundos dichosos. Lo mismo sucede a los pasajeros de una embarcación infestada por la peste, a los que les está prohibido entrar en la ciudad hasta que se hayan purificado. Los espíritus se despojan poco a poco de sus imperfecciones en sus diversas existencias corporales. Las pruebas de la vida perfeccionan cuando se sobrellevan bien; como expiaciones, borran las faltas y purifican; es el remedio que limpia la llaga y cura al enfermo; cuanto más grave es el mal, más enérgico debe ser el remedio. El que sufre mucho, debe decir que tenía mucho que expiar, y alegrarse de curar bien pronto; depende de él hacer este sufrimiento provechoso con su resignación y no perder el fruto con sus murmuraciones, pues no haciéndolo así, tendría que empezar de nuevo.
-Allan Kardec-
AMAD A VUESTROS ENEMIGOS
…Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer: si tuviere sed, dale de beber: que haciendo esto, ascuas de fuego amontonas sobre su cabeza. S. P a b l o. Romanos XII, 20.
Aun el pueblo de Israel obedecía a aquella ley -inhumana en manos del hombre- de ojo por ojo y diente por diente; aun la republicana Grecia permanecía cerrada como un arca santa a la comunicación de progresos con los otros pueblos, y aun la República, convertida en el vasto imperio de los Césares, se limitaba a sobreponer, no a fusionar provincias. La profunda división entre griegos y bárbaros, romanos y enemigos, se halla en todo su vigor. El exclusivismo reina en todas partes, y la solidaridad no ha tomado aún asiento entre las nociones de la humana inteligencia.
Jesús sube empero, a la cima de un monte, como para que el universo entero pueda oír sus acentos que eran raudales de su propio Espíritu; y después de dar la base de la moral eterna, en estas palabras: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, formula la perfección moral, la sublimidad del sacrificio en estas expresiones: AMAD A VUESTROS ENEMIGOS. Por primera vez resonaron entonces en el mundo. ¡Cuan gran sorpresa debieron causar! De la de aquellos hombres tan dados a las artes de la guerra, tan irreconciliables en sus enemistades, podemos juzgar por la que aun causan en nuestros días después de diez y nueve siglos de continuos progresos.
Amad a vuestros enemigos; pero, ¿Cómo hemos de amarles? He aquí lo que actualmente en el momento histórico que estamos contemplando, se pregunta la inmensa mayoría de la humanidad, cuando por acaso se toma el trabajo de pensar que hay una perfección moral a que todos debemos aspirar.
¿Cómo debemos amar a nuestros enemigos?
Ciertamente que no podemos profesarles aquel afecto franco, de todo punto espontáneo que nos une a los que nos devuelven amor por amor, y de quienes ningún agravio hemos recibido. Nuestro corazón no puede abrirse libremente y derramar el tesoro de sus sentimientos en otro corazón que, o no los comprende, o no se halla dispuesto a corresponder a nuestra sinceridad. El afecto como todo lo de la creación, no es un hecho casual; es, por el contrario, producto de una ley, la de la reciprocidad. Los mundos influyen unos en otros, equilibrándose mutuamente; los Espíritus se enlazan entre sí compenetrándose.
Además ¿Quién sabe el uso que está dispuesto a hacer nuestro enemigo de los sentimientos que le comuniquemos? Nuestros sentimientos, esas entrañas de nuestro Espíritu, son nuestros lados más vulnerables; son, por decirlo así, otras tantas brechas por dónde fácil e impunemente pueden penetrar dentro de nosotros mismos nuestros adversarios. ¿Debemos llevar la abnegación hasta el extremo de descubrirlas al primero que ante nosotros se presente? La abnegación, punto de contacto del hombre con la misma Divinidad, tiene sus límites, y no son seguramente los menos importantes la inutilidad de la abnegación y el natural instinto de conservación.
La abnegación inútil viola el instinto de conservación que es una Ley del universo, y nunca se violan impunemente semejantes leyes. Si por una imprudencia nuestra, comunicando lo que no era oportuno comunicar, nuestro enemigo pone término a nuestra existencia o nos perjudica gravemente, ¿Será de él toda la culpa? Hasta la práctica del bien está sometida a leyes, y traspasarlas equivale a trocar el bien en mal.
¡Cuántas veces sucede esto último!
Por otra parte, hay un hecho material que se opone a que amemos a nuestros enemigos del mismo modo que a nuestros amigos. Cada mundo tiene su atmósfera física. Nadie que haya saluda- do la Astronomía lo ignora. Cada hombre tiene también su atmósfera espiritual. Esta verdad que el vulgo, obedeciendo a una intuición, expresa en esta frase: fulano me rechaza, es demostrada experimentalmente por el Espiritismo. Es innegable que ciertos hombres rechazan; es innegable que en el primer momento, la atmósfera espiritual nuestra no puede amalgamarse con la de nuestro enemigo, amalgama que solo con el trascurso del tiempo llega a obtenerse, y aun no siempre.
No cabe pues, duda alguna de que moral y físicamente nos es imposible profesar a nuestros enemigos aquel afecto franco, de todo punto espontáneo que profesamos a nuestros amigos.
¿Cómo debemos amarles?
Acudamos a las palabras del Apóstol, é interpretémoslas en espíritu y en verdad, es decir, espiritistamente.
II
Si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber. Así dice la primera parte del sagrado texto, que sirve de epígrafe a este artículo; y esas palabras dirigidas por el incansable propagandista a sus discípulos, son el más exacto comentario de aquellas otras del Justo: Amad a vuestros enemigos. Luego debemos amar a nuestros enemigos dándoles de comer cuando tienen hambre, y de beber, cuando tienen sed. Pero recuérdese que el Maestro no hablaba exclusivamente del hambre y de la sed del cuerpo; recuérdese que se trata también, y acaso en especial, del hambre y de la sed de justicia. Para apagar el hambre y la sed material de un hombre, enemigo nuestro, no se necesita ¡hacer esfuerzo alguno, pues basta entregarse a los más naturales y rudimentarios sentimientos de la especie humana. En caso semejante no existe lucha, no hay de por me- dio ningún sacrificio, y el eje sobre el que rueda toda la doctrina del Justo, es el sacrificio razonado, deliberado. El verdadero y único símbolo del cristiano es una cruz de la que pende un hombre, es decir, una cruz en la que clavamos todas nuestras pasiones, sacrificadas en aras del cumplimiento, defensa y propaganda de la justicia.
Apagar el hambre y la sed de justicia de nuestro enemigo, esto sí que es meritorio, y requiere esfuerzos y exige el sacrificio de todas nuestras pasiones. A cada uno lo suyo, he aquí la fórmula de la justicia, y lo suyo es lo que debemos dar a nuestro enemigo si queremos saciar su hambre y su sed de justicia. No debemos pues, nunca, ni por ningún concepto, atentar a su vida, a su familia, a su honra, a sus intereses, a todo lo que le sea indispensable para el desarrollo de su existencia, en el cumplimiento de sus fines providenciales; porque de eso es de lo que tiene hambre y sed perennes; porque sus intereses, su honra, su familia, su existencia y las demás condiciones del logro del fin supremo, son suyas y no nuestras, para que a nuestro antojo dispongamos de ellas. Dar de comer y de beber a nuestro enemigo, significa estas dos cosas: prestarle todos los favores que podamos y no torcer en un ápice la justicia en las relaciones públicas y privadas, que con él mantengamos. Y esto, que no es de imposible realización, hemos de hacerlo con humildad caritativa, jamás son la intención de ajar su amor propio, haciendo contrastar nuestra conducta con la suya. Si así no procedemos, nuestro sacrificio, deja de serlo, puesto que redunda en satisfacción de nuestra necia vanidad; nuestro sacrificio, decimos, no produce ninguno de los grandes resultados que implícitamente indica el Apóstol en esta segunda parte del texto: Que, haciendo esto, ascuas de fuego amontonas sobre su
cabeza.
III
Muchas veces hemos leído esas palabras; muchas veces las hemos meditado, y siempre nos han causado la deleitable satisfacción que causa el hallazgo de la verdad. Figurada, literal y científicamente hablando, son exactas esas sencillas expresiones, sencillas como todas las fórmulas de los conceptos profundos. Sometedlas al método experimental; haced lo que aconseja el inspirado propagador del cristianismo y os convenceréis de la verdad de sus palabras.
Supongamos que tenéis un enemigo, supongamos que por segunda o tercera vez se halla frente a frente de vosotros
sediento y con hambre material o de justicia, y supongamos que, ajustándoos a las expresiones de S. Pablo, le dais de comer y de beber, esto es, le hacéis un favor, o toda la justicia a que es acreedor, en el caso de que se trate. ¿Qué sucederá? Observad aquel rostro; aplicad si os es posible, la mano a aquella frente y tendréis la demostración experimental, visible y tangible de las
palabras del Apóstol.
La ingratitud, pagada con un beneficio en uno de los instantes supremos de la vida, arrebata la sangre hacía la cabeza; las mejillas se encienden, se coloran al contacto de las llamas del rubor, y la frente arde, quema al sentirse invadida por el fuego de la vergüenza, que ocasiona el incumplimiento el deber.
¿Quién, no habrá hecho esta observación?
Pues el rubor que colora las mejillas, y la vergüenza que quema la frente son las ascuas de que habla S. Pablo; son las ascuas que amontonamos en la cabeza del enemigo, a quien damos de comer y de beber.
Pero no es éste el sentido más profundo del sagrado texto que estamos comentando. Prosigamos nuestra interpretación y busquemos la significación científica de las palabras que nos ocupan.
La situación que anteriormente hemos descrito es violenta, causa malestar, y por un natural instinto, los hombres huimos de todo lo que nos molesta. La persona a quien devolvemos bien por mal, a quien pagamos con un beneficio el perjuicio que nos ha causado, siente los ineludibles resultados de la conciencia lastimada; se encuentra en situación violenta; experimenta malestar; y la ley irresistible de conservación le arrastra a librarse de éste, saliendo de la posición viciosa en que se halla. Medita y descubre que la causa de su malestar es la ingratitud. Las ascuas que hemos amontonado en la cabeza de nuestro enemigo, han iluminado con su lumbre aquel cerebro, en que aun no estaba separada la luz de las tinieblas.
Conocida la causa del malestar, inquiere los medios de vencerlo, y descubre que el único que existe es el de dejar de ser ingrato, el de penetrar de lleno en el cumplimiento del deber. Las ascuas de que habla el Apóstol, después de iluminar el cerebro de nuestro enemigo, calientan su corazón, despertando el amor, germen fecundo de todos los bienes, barrera inquebrantable de todos los males. De manera que aquel hombre que estaba fuera de la ley de la vida, penetra de lleno en ella, es decir, se somete al amor deliberado, al sacrificio
Lo que sucede después se comprende fácilmente. Nuestro enemigo se hace amigo nuestro, y encaminado como se halla al bien, se propone firmemente practicarlo, y lo practica siempre. Así es, que con un solo acto hemos cooperado a la propagación de la ley de Dios, LA JUSTICIA; hemos prestado un servicio a uno de nuestros semejantes, y nos lo hemos prestado a nosotros mismos. En una palabra, hemos cumplido toda la Ley y los Profetas, puesto que hemos amado a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos.
Repitámoslo en conclusión: Amad a vuestros enemigos, equivale a decir: prestadles todos los favores que podáis, y no torzáis en un ápice la justicia en las relaciones públicas y privadas, que con ellos mantengáis.
La consecuencia final del amor a los enemigos, es el cumplimiento de toda la Ley y los Profetas.
Tomado respetuosamente de La Revista Espiritista No 5; de mayo de1870
DIFERENTES ESTADOS
DEL ALMA EN LA ERRATICIDAD
La casa del Padre es el Universo; las diferentes moradas son los mundos que circulan en el espacio infinito y ofrecen a los Espíritus encarnados estancias apropiadas a su adelantamiento.
Independientemente de la diversidad de mundos, estas palabras pueden también entenderse del estado feliz o desgraciado del Espíritu en la erraticidad. Según esté mas o menos purificado y desprendido de los lazos materiales, el centro en que se encuentra, el aspecto de las cosas, las sensaciones que experimenta, las percepciones que posee, varían hasta lo infinito; mientras que los unos no pueden alejarse de la esfera en que vivieron, los otros se elevan y recorren el espacio y los mundos; mientras que ciertos Espíritus culpables van errantes en las tinieblas, los felices gozan de una claridad resplandeciente y del sublime espectáculo del infinito; en fin, mientras que el malo, atormentado por los remordimientos, por los pesares, muchas veces solo, sin consuelo, separado de los objetos de su afecto, gime bajo el peso delos sufrimientos morales, el justo, reunido con los que ama, saborea las dulzuras de una indecible felicidad.
También allí hay diferentes moradas, aun cuando no estén circunscritas ni localizadas.
DIFERENTES CATEGORÍAS
DE MUNDOS HABITDOS
De la enseñanza dada por los Espíritus, resulta que los diversos mundos están en condiciones muy diferentes los unos de los otros, en cuanto al grado de adelanto o de inferioridad de sus habitantes. Entre ellos los hay cuyos moradores son inferiores aún a los de la tierra, física y moralmente; otros están en el mismo grado y otros le son mas o menos superiores en todos conceptos. En los mundos inferiores, la existencia es enteramente material, las pasiones imperan soberanamente, la vida moral es casi nula.
A medida que esta se desarrolla, la influencia de la materia disminuye, de tal modo que en los mundos más adelantados, la vida, por decirlo así, es enteramente espiritual.
En los mundos intermedios hay mezcla de bien y de mal, predominio del uno y del otro según el grado de adelanto. Aun cuando no pueda hacerse una calificación absoluta de los mundos, sin embargo, se hace atendido su estado y su destino, y basándose en sus grados más marcados, dividiéndolos de un modo general como sigue, a saber: Mundos primitivos, afectos a las primeras encarnaciones del alma humana, Mundos de expiación y pruebas, en donde el mal domina; Mundos regeneradores, en donde las almas que aun tienen que expiar adquieren nueva fuerza, descansando de las fatigas de la lucha; Mundos felices, en donde el bien sobrepuja al mal; Mundos celestes o Divinos, morada de los Espíritus purificados, en donde el bien reina sin mezcla alguna. La tierra pertenece a la categoría de los Mundos de expiación y de pruebas, por esto el hombre está en ella sujeto a tantas miserias.
Los Espíritus encarnados en un mundo, no están sujetos a él indefinidamente, ni cumplen tampoco en él, todas las fases progresivas que deben recorrer para llegar a la perfección.
Cuando han alcanzado en un mundo, el grado de adelanto que él permite, pasan a otro más avanzado y así sucesivamente, hasta que han llegado al estado de Espíritus puros; estas son otras tantas estaciones, en cada una de las cuales encuentran elementos de progreso proporcionados a su adelanto. Para ellos es una recompensa el pasar a un mundo de orden mas elevado, así como es un castigo el prolongar su permanencia en un mundo desgraciado, o el ser relegados a un mundo mas desgraciado aún, que aquel que se ven obligados a dejar cuando se obstinan en el mal.
DESTINO DE LA TIERRA.
CAUSA DE LAS MISERIAS HUMANAS
Nos maravillamos de encontrar en la tierra tanta maldad y malas pasiones, tantas miserias y enfermedades de todas clases, y de esto sacamos en consecuencia, que la especie humana es una triste cosa. Este juicio proviene del punto de vista limitado en que nos colocamos y que da una falsa idea del conjunto. Es menester considerar que en la tierra no se ve toda la humanidad, sino una pequeña fracción de ella.
En efecto, la especie humana comprende todos los seres dotados de razón que pueblan los innumerables mundos del universo; así pues, ¿Qué es la población de la Tierra con respecto a la población total de estos mundos? Mucho menos que una aldea al lado de un grande imperio.
La situación material y moral de la humanidad terrestre, nada tiene de extraordinario si nos hacemos cargo del destino de la Tierra y de la naturaleza de los que la habitan.
Nos formaríamos una idea muy falsa de los habitantes de una gran ciudad si lo juzgásemos por la población de los barrios ínfimos y sórdidos. En un hospital solo se ven enfermos y lisiados; en un presidio se ven todos los vicios, todas las torpezas reunidas; en las comarcas insalubres, la mayor parte de los habitantes están pálidos, enfermizos y achacosos.
Pues bien, figurémonos que la Tierra es un arrabal, un hospital, una penitenciaría, un país mal sano, porque es a la vez todo esto, y se comprenderá porque las aflicciones sobrepujan a los goces, pues no se llevan al hospital a los que tienen buena salud, ni a las casas de corrección a aquellos que no han hecho daño; ni los hospitales ni las casas de corrección son lugares de delicias.
Pues así como en una ciudad, toda su población no está en los hospitales o en las cárceles, tampoco toda la humanidad está en la Tierra; de la misma manera que uno sale de un hospital cuando está curado y de la cárcel cuando ha sufrido su condena, el hombre deja la Tierra por mundos mas felices cuando está curado de sus dolencias morales.
INTRUCCIONES DE LOS ESPÍRITUS
Mundos inferiores y Mundos superiores
La calificación en mundos inferiores y mundos superiores es mas bien relativa que absoluta; tal mundo es inferior o superior con relación a los que están encima o debajo de él en la escala progresiva.
Tomando la tierra como punto de comparación, podemos formarnos una idea del estado de un mundo inferior, suponiendo al hombre en el grado de las razas salvajes o de las naciones bárbaras que aun se encuentran en su superficie, y que son restos de su estado primitivo.
En los mas atrasados, los seres que los habitan son de algún modo rudimentarios; tienen la forma humana, pero sin ninguna hermosura; los instintos no están templados por ningún sentimiento de delicadeza ni de benevolencia, ni por las nociones de lo justo y de lo injusto; allí la única ley es la fuerza brutal.
Sin industria, sin invenciones, los habitantes emplean su vida en conquistar su alimentación. Sin embargo, Dios no abandona a ninguna de sus criaturas; en el fondo de las tinieblas de la inteligencia yace latente, la vaga intuición de un Ser Supremo más o menos desarrollada. Este instinto basta para hacer que unos sean superiores a otros y preparar su aparición a una vida mas completa; porque estos no son seres degradados sino niños que crecen.
Entre estos grados inferiores y los más elevados hay innumerables escalones, y entre los Espíritus puros, desmaterializados y resplandecientes de gloria, con dificultad se reconocen aquellos que animaron esos seres primitivos, de la misma manera que en el hombre adulto es difícil reconocer el embrión.
En los mundos llegados ya al grado superior, las condiciones de la vida moral y material son muy diferentes, lo mismo que en la Tierra. La forma del cuerpo es siempre como en todas partes, la forma humana, pero embellecida, perfeccionada, y sobre todo purificada. El cuerpo nada tiene de la materialidad terrestre, y por consiguiente no está sujeto ni a las necesidades, ni a las enfermedades, ni a los deterioros que engendra el predomino de la materia; los sentidos más exquisitos, tienen percepciones que en la Tierra embotan lo grosero de los órganos; la ligereza específica de los cuerpos hace la locomoción rápida y fácil; en vez de arrastrarse penosamente por el suelo, se desliza, digámoslo así, por la superficie, o se suspende en la atmósfera sin otro esfuerzo que el de la voluntad, así como se pintan los ángeles, y como los antiguos representaban los manes en los Campos Elíseos.
Los hombres conservan a su gusto las facciones de sus existencias pasadas, y aparecen a sus amigos tales como les conocieron; pero iluminados por una luz divina, trasformados por las impresiones interiores, que son siempre elevadas. En vez de rostros deslucidos, demacrados por los sufrimientos y las pasiones, la inteligencia y la vida radian con ese esplendor que los pintores han traducido por diadema o aureola de los santos.
La poca resistencia que ofrece la materia a los Espíritus ya muy avanzados, hace que el desarrollo de los cuerpos sea rápido y la infancia corta o casi nula; la vida exenta de cuidados y de congojas, es proporcionalmente mucho más larga que en la tierra. En principio, la longevidad está proporcionada al grado de adelanto de los mundos. La muerte no tiene ninguno de los horrores de la descomposición; lejos de ser un motivo de espanto, es considerada como una trasformación feliz, porque allí no existe la duda sobre el porvenir. Durante la vida, no estando el alma encerrada en una materia compacta, radia y goza de una lucidez que la pone en un estado casi permanente de emancipación, y permite la libre trasmisión del pensamiento.
En esos mundos felices, las relaciones de pueblo a pueblo siempre amistosas, nunca se turban por la ambición de esclavizar a su vecino, ni por la guerra, consecuencia de aquélla. Allí no hay ni amos ni esclavos, ni privilegiados por nacimiento; la superioridad moral e inteligente es la única que establece la diferencia de condición y da la supremacía.
La autoridad es siempre respetada, porque sólo se da al mérito y porque siempre se ejerce con justicia. El hombre no procura elevarse sobre el hombre sino sobre sí mismo, perfeccionándose; su objeto es llegar a la elevación de los Espíritus puros y este deseo incesante no es un tormento, sino una noble ambición que le hace estudiar con ardor para llegar a igualarles. Todos los sentimientos nobles y elevados de la naturaleza humana se encuentran allí aumentados y purificados; los enconos, los celos mezquinos, las bajas codicias de la envidia son desconocidas; un lazo de amor y de fraternidad reúne a todos los hombres; los más fuertes ayudan a los mas débiles. Poseen más o menos según lo que han adquirido por su inteligencia, pero nadie sufre por falta de lo necesario, porque nadie está allí por expiación; en una palabra, el mal no existe.
En vuestro mundo tenéis necesidad del mal para sentir el bien, de la noche para admirar la luz, de la enfermedad para apreciar la salud; allí no son necesarios esos contrastes; la eterna luz, la eterna hermosura, la eterna calma del alma, procuran una eterna alegría que no turban ni las angustias de la vida material, ni el contacto de los malos que no tienen entrada. Esto es lo que difícilmente comprende el espíritu humano; ha sido ingenioso para pintar los tormentos del infierno, pero nunca ha podido representarse los goces del cielo; ¿Y por qué? Porque siendo inferior, sólo ha sufrido penas y miserias y no ha entrevisto los esplendores celestes; sólo puede hablar de lo que conoce, pero a medida que se eleva y purifica, el horizonte se esclarece, y comprende el bien que está delante de sí, así como ha comprendido el mal que se ha dejado detrás.
Sin embargo, esos mundos afortunados no son mundos privilegiados, porque Dios no tiene parcialidades para ninguno de sus hijos; da a todos los mismos derechos y las mismas facilidades para llegar a ellos; a todos los hace partir de un mismo punto, y no dota a unos más que otros; los primeros puestos son accesibles a todos; a ellos corresponde el conquistarlos por medio del trabajo; a ellos corresponde alcanzarlos lo más pronto posible, o languidecer durante siglos y siglos, en lo mas bajo de la humanidad.
MUNDOS DE EXPIACIÓN Y DE PRUEBAS
¿Qué queréis que os diga de los mundos de expiación que vosotros no sepáis ya, puesto que os basta el considerar la tierra que habitáis?
La superioridad de la inteligencia entre un gran número de sus habitantes, indica que no es un mundo primitivo destinado a la encarnación de Espíritus recién salidos de las manos del Creador. Las cualidades innatas que llevan consigo, son prueba de que han vivido ya, y de que han realizado cierto progreso; pero también los numerosos vicios a que se inclinan son indicio de una gran imperfección moral. Por esto Dios les ha colocado en una tierra ingrata para expiar en ella sus faltas por medio de un trabajo penoso y por las miserias de la vida, hasta que hayan merecido ir a un mundo mas feliz.
Sin embargo, todos los Espíritus encarnados en la Tierra no han sido enviados en expiación. Las razas que vosotros llamáis salvajes, son Espíritus apenas salidos de la infancia, y que están por decirlo así, educándose y se desarrollan por el contacto de Espíritus más avanzados. Luego vienen las razas medio civilizadas, formadas de los mismos Espíritus que están progresando. Estas son hasta cierto punto, las razas indígenas de la Tierra, que se han desarrollado poco a poco después de largos períodos seculares, algunas de las cuales han podido alcanzar la perfección intelectual de los pueblos más ilustrados.
Los Espíritus en expiación son en ella, si podemos expresarnos así, exóticos; han vivido ya en otros mundos, de los que han sido excluidos a consecuencia de su obstinación en el mal, y porque serian causa de turbación entre los buenos; han sido relegados por un tiempo entre los Espíritus mas atrasados y tienen por misión hacerles adelantar, porque han llevado consigo la inteligencia desarrollada y el germen de los conocimientos adquiridos; por esto, los Espíritus castigados se encuentran entre las razas menos inteligentes; son también aquellos para quienes las miserias de la vida tienen mas amargura porque hay en ellos mas sensibilidad y son mas probados por el contacto de las razas primitivas, cuyo sentido moral es más obtuso.
La tierra es, pues, uno de los tipos de los mundos expiatorios, cuyas variedades son infinitas, pero que tienen por carácter común el servir de lugar de destierro a los Espíritus rebeldes a la ley de Dios. Ahí estos Espíritus tienen que luchar a la vez contra la perversidad de los hombres y contra la inclemencia de la naturaleza, doble trabajo penoso que desarrolla al mismo tiempo las cualidades del corazón y las de la inteligencia. Así es como Dios en su bondad, hace que el castigo redunde en provecho del progreso del Espíritu.
(Agustín de Hipona. París, 1862.)
MUNDOS REGENERADORES
Entre esas estrellas que resplandecen en la bóveda azulada, ¡cuántos mundos hay como el vuestro, designados por el Señor a expiación y a prueba! Pero los hay también más inferiores y mejores, así como los hay transitorios que pueden llamárseles regeneradores.
Cada torbellino planetario corriendo en el espacio al rededor de un foco común, arrastra con él sus mundos primitivos, de destierro, de prueba, de regeneración y de felicidad. Se os ha hablado de esos mundos en donde es colocada el alma naciente cuando ignorante aún del bien y del mal, puede marchar hacia Dios, dueña de sí misma en posesión de su libre albedrío; se os ha hablado de cuán amplias facultades ha sido dotada el alma para hacer el bien; pero ¡ah! las hay que sucumben, y no queriendo Dios anonadarlas, les permite ir a esos mundos en donde, de encarnaciones en encarnaciones, se purifican, se regeneran y se harán dignas de la gloria que se las ha destinado.
Los mundos regeneradores sirven de transición entre los mundos de expiación y los mundos felices; el alma que se arrepiente encuentra allí la calma y el reposo acabándose de purificar. Sin duda en esos mundos, el hombre está aún sujeto a las leyes que rigen la materia; la humanidad experimenta vuestras sensaciones y vuestros deseos, pero está dispensada de las pasiones desordenadas de las que sois esclavos; allí no existe el orgullo que hace callar el corazón; la envidia que lo tortura, el odio que lo ahoga; la palabra amor está escrita en todas las frentes; una perfecta equidad arregla las relaciones sociales; todos reconocen a Dios y procuran ir a Él siguiendo sus leyes.
Con todo, allí no se encuentra aún la perfecta felicidad, pero sí su aurora. El hombre aun es carnal, y por lo mismo está sujeto a vicisitudes de las que no se eximen sino los seres completamente desmaterializados; aún quedan pruebas que pasar, pero no tienen las punzantes amarguras de la expiación. Esos mundos comparados con la Tierra son muy felices, y muchos de entre vosotros estaríais satisfechos de quedaros allí; porque es la calma después de la tempestad, la convalecencia después de la cruel enfermedad; pero el hombre menos entregado a las cosas materiales, entrevé mejor el porvenir que vosotros; comprende que hay otros goces que el Señor promete a aquellos que se hacen merece-
dores de ellos, cuando la muerte haya segado de nuevo sus cuerpos para dar- les la verdadera vida. Entonces será, cuando el alma libre dominará todos los horizontes; ya no tendrá sensaciones materiales y groseras, sino los sentidos de un perispíritu puro y celeste, aspirando las emanaciones de Dios, bajo los perfumes de amor y de caridad
que se derraman de su seno.
Pero ¡ah! en esos mundos el hombre es aún falible, y el Espíritu del mal no ha perdido completamente su imperio. No avanzar es retroceder, y si no está firme en el camino del bien, puede volver a caer en los mundos de expiación en donde le esperan nuevas y mas terribles pruebas.
Contemplad pues, esa bóveda azulada por la noche a la hora del descanso y de la oración, y en esas esferas innumerables que brillan sobre vuestras cabezas, dirigid vuestras súplicas a Dios, y rogadle que un mundo regenerador os abra su seno después de la expiación de la tierra.
(Agustín de Hipona. París, 1862.)
PROGRESIÓN DE LOS MUNDOS
El progreso es una de las leyes de la Naturaleza; todos los seres de la creación animados e inanimados están sometidos a la voluntad de Dios, que quiere que todo se engrandezca y prospere. La misma destrucción que a los hombres parece el término de las cosas, sólo es un medio de llegar por la trasformación a un estado mas perfecto, porque todo muere para volver a nacer y nada vuelve a entrar en la nada.
Al mismo tiempo que los seres vivientes progresan moralmente, los mundos que habitan progresan materialmente. El que pudiera seguir a un mundo en sus diversas fases desde el instante en que se aglomeraron los primeros átomos que sirvieron para constituirlo, lo vería recorrer una escala incesantemente progresiva, por grados insensibles para cada generación, y ofrecer a sus habitantes una morada más agradable a medida que estos adelantan en el camino del progreso. De este modo marcha paralelamente el progreso del hombre, el de los animales, sus auxiliares el de los vegetales y el de la habitación, porque no hay nada estacionario en la Naturaleza. ¡Cuán grande y digna de la majestad del Creador, es esta idea! y por el contrario, cuán pequeña e indigna de su poder es aquella que concentra su solicitud y su providencia en el imperceptible grano de arena de la Tierra, y concreta la humanidad a algunos hombres que la habitan! La Tierra siguiendo esta ley, ha estado material y moralmente en una situación inferior a la que tiene hoy, y alcanzará bajo esta doble relación, un grado más avanzado. Ha llegado ya a uno de sus períodos de trasformación, en que de mundo de expiación va a pasar a mundo regenerador; entonces los hombres serán en ella felices porque reinará la ley de Dios.
(Agustín de Hipona. París, 1862 )
Codificación de Allan Kardec
Evidentemente, no comparto este mensaje a las materias porque éstas a pesar de su condición perecedera, a pesar de su tiempo limitado en este plano terrenal, se encuentran ociosas, adormecidas, entretenidas; más lo dirijo a mis hermanos; es decir a los espíritus, a aquella inteligencia, a aquella chispa radiante y eterna que, aunque su tiempo en el Universo es infinito, están siempre activos, siempre despiertos porque sienten en todo momento la necesidad imperiosa de adquirir conocimiento para avanzar y evolucionar...
-Héctor Fabio Cardona-
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