Hermanos de mi espíritu; decís amar la Obra del Padre Supremo, decís respetarla; pero, ¿Qué significa verdaderamente amar y respetar algo tan maravilloso?
No es suficiente con tomar fragmentos de las Leyes espirituales que no os comprometen, ni seleccionar lo que os resulta cómodo mientras hacéis a un lado lo que exige verdadera transformación.
La Obra de Dios Infinitamente Poderoso y Justo, no es un escaparate del cual cada quien toma lo que le agrada, dejando de lado lo que pueda comprometer su tranquilidad.
No es la falta de lectura lo que preocupa, sino la indiferencia ante la verdadera necesidad. Veo que pasáis por las Obras de Dios en la Tierra como quien atraviesa un campo después de un desastre; no para reconstruir, no para socorrer al herido, sino para tomar lo que aún queda en pie. Seleccionáis lo que os resulta útil, lo que podéis ostentar, pero ignoráis aquello que podría evitar su alteración y destrucción.
¿Qué clase de amor es ese, que sólo toma lo que le puede ser provechoso sin proteger lo demás? ¿Qué clase de respeto es ese que calla ante la deformación de la Verdad?
Mientras escogéis y recogéis lo que os interesa, las Obras que el Padre Supremo han enviado a la tierra para el bien de la humanidad se desmoronan bajo la indiferencia de quienes deberían ser sus guardianes.
El verdadero estudiante no es aquel que comparte lo superficial, sino aquel que interioriza, que vive la enseñanza, que se vuelve testimonio vivo de sus principios. Pero cuando las Obras son fragmentadas, cuando son usadas con tibieza, cuando se escoge lo conveniente y se desecha lo que incomoda o compromete, no está construyendo, sino ayudando a destruir. Es como un naufragio donde en lugar de salvar la embarcación, cada quien se apodera de los restos que flotan como tabla de salvación, dejando que el barco se hunda.
Si decís ser estudiantes de las Obras que Dios ha enviado a la Tierra, entonces defendedlas con hechos, con coherencia, con valentía. No basta con compartir unas líneas si vuestro actuar niega lo que proclamáis. Es momento de preguntarse: ¿Estoy siendo leal a la Verdad, o simplemente me sirvo de ella sin asumir mi responsabilidad?
-Héctor Fabio Cardona-
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